Perder a un Amigo...

En el verano del 2003 recibí una de las peores noticias que jamás me habían dado.

Ese domingo era uno más en el que iba a la iglesia a agradecerle a Dios por tantos favores. No tenía nada de especial. Hasta que Porfirio, uno de mis mejores amigos, me da la noticia: "Enriquito tuvo un accidente. Está en estado de coma".

Porfirio, Enrique y yo eramos excelentes amigos. Para todo eramos los tres. El equipo!! Pero a veces (aún no entiendo cómo ni porqué) las cosas cambian. Gente que se amaban de repente se odian, grandes amigos quedan enemigos... ¿pero, por qué?

Ese fue el caso de Porfirio y Enrique. De repente se odiaban, y yo... en el mismo medio de un pleito tan tonto que nunca entendí. ¿Cómo pueden dos personas darle más cabida al orgullo que al cariño que se tienen? ¿No es eso mazoquismo?

Aquellos 3 días en que Enriquito estuvo en coma fueron devastadores para su familia y nosotros sus amigos. Pero, no tanto como para Porfirio. Al menos Enrique sabía que yo siempre estaría ahí para él y que mi cariño por él nunca cambió aún estando "El equipo" desintegrado. Pero, ¿qué pensaba él de Porfirio? Porfirio necesitaba que él se recuperara, que despertara y que le viera ahí a su lado. Lamentablemente Enrique no pudo luchar más y se fue. Nunca despertó.

Sin duda fue una gran lección, no solo para Porfirio, sino para mí que aprendí a valorar más las cosas que tengo, sin necesidad de perderlas. Qué triste es que la muerte te quite a un buen amigo. Pero más triste es aún cuando lo pierdes estando con vida. Saber que está pero no está.